jueves, 30 de mayo de 2019

El saber común. La formación de la opinión pública.

Las personas mantenemos a menudo afirmaciones que no están justificadas (ni en muchos casos son justificables) racionalmente, pero que parecen convincentes. A estas afirmaciones se les llama “opiniones” (y, a veces, “prejuicios”). Al conjunto de las opiniones y prejuicios vigentes en un grupo social se le llama “saber común”. Ejemplos de prejuicios son ideas tales como “el mal con mal se paga”, “España para los españoles”, “todos los hombres son iguales”, “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, etc., etc. (si os buscáis un refranero hallaréis una completa lista de opiniones y prejuicios comunes). Estas ideas nos parecen convincentes bien por experiencia propia (una experiencia informal y privada, no científica), bien por generar una fuerte inclinación emotiva a su favor (porque favorezcan nuestros intereses, porque confirmen ideas en las que creemos ingenuamente, etc.), o bien por simple fe en la autoridad de ciertas personas que consideramos sabias, o en lo que “siempre se ha dicho”, es decir, en la tradición. Hoy en día, a la tradición se le han unido otras fuentes de opiniones y prejuicios, como la ciencia (o más bien, la vulgarización de la ciencia) o los medios de comunicación (la televisión, internet, etc). Así, cientos de opiniones pasan hoy por verdades racionales bajo la capa de “científicas” o por efecto de la “demagógica seducción” que pueden ejercer los medios de comunicación.

El poder de los medios de comunicación es hoy enorme. Constantemente y por todas partes producen y transmiten una ingente cantidad de “datos” y de opiniones verosímiles sobre dichos datos. A veces, en esa producción y transmisión de datos y opiniones lo que más importa no es la verdad o racionalidad de lo que se transmite, sino lograr el favor del público, pues éste es, al fin, el que ha de comprar los productos (comerciales, políticos, ideológicos) que venden los medios. Hay que añadir que una de las formas con que los medios logran que determinados datos u opiniones parezcan veraces es calificarlos de “científicos” o hacer como que lo son (como cuando se publicitan productos con lenguaje científico, que nadie entiende, pero al que todo el mundo asocia prestigio, calidad, etc.).



Un caso interesante, a este respecto, es el de los documentales falsos. Algunos creadores audiovisuales han producido documentales para TV intencionadamente falsos (uno de ellos informaba, por ejemplo, de que la llegada del hombre a la luna en 1969 había sido un montaje cinematográfico), para así demostrar que la audiencia cree como verdadera cualquier cosa que le digan siempre que se mantenga el convincente formato del documental científico



En otras ocasiones, el saber común o vulgar, se compone también de falacias o sofismas, que son afirmaciones que deben su verosimilitud a los pseudoargumentos en los que se apoyan. Sobre las falacias, que pueden ser de muchos tipos, discutiremos en la próxima entrada.







¿Piensas que la gente suele creerse todo lo que sale en la TV? Razona tu respuesta... ¿Serías capaz de idear un documental falso? ¿De qué trataría y cómo sería?... ¿Qué significa decir que algo esta “científicamente demostrado”.

Para evitar prejuicios, bulos (fake news) e información falsa, nada mejor que practicar el pensamiento crítico. De esto tratamos aquí, aquí y también aquí

No hay comentarios:

Publicar un comentario