Las
personas mantenemos a menudo afirmaciones
que no están justificadas
(ni en muchos casos son justificables) racionalmente,
pero que parecen
convincentes. A estas
afirmaciones se les llama “opiniones”
(y, a veces, “prejuicios”).
Al conjunto de las opiniones y prejuicios vigentes en un grupo
social se le llama “saber
común”. Ejemplos
de prejuicios son ideas tales como “el mal con mal se paga”,
“España para los españoles”, “todos los hombres son iguales”,
“más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, etc., etc.
(si os buscáis un refranero hallaréis una completa lista de
opiniones y prejuicios comunes). Estas ideas nos
parecen convincentes
bien por experiencia
propia (una
experiencia informal y privada, no científica), bien por generar una
fuerte inclinación
emotiva a su favor
(porque favorezcan nuestros intereses, porque confirmen ideas en las
que creemos ingenuamente,
etc.), o bien por simple fe en la
autoridad de ciertas
personas que consideramos sabias,
o en lo que “siempre se ha dicho”,
es decir, en la
tradición. Hoy en
día, a la tradición se le han unido otras fuentes de opiniones y
prejuicios, como la ciencia (o más bien, la vulgarización
de la ciencia) o los
medios de comunicación
(la televisión, internet, etc). Así, cientos de opiniones pasan hoy
por verdades racionales bajo la capa de “científicas” o por efecto de la “demagógica seducción” que pueden ejercer los medios de comunicación.
El
poder de los medios de comunicación es hoy enorme.
Constantemente y por todas partes producen y transmiten una ingente
cantidad de “datos” y de opiniones verosímiles
sobre dichos datos. A veces, en esa producción y transmisión de
datos y opiniones lo
que más importa no es la verdad
o racionalidad
de lo que se transmite, sino
lograr el favor
del público,
pues éste es, al fin, el que ha de comprar los productos
(comerciales, políticos, ideológicos) que venden los medios. Hay
que añadir que una de
las formas con que los medios logran que determinados datos u
opiniones parezcan veraces es calificarlos de “científicos” o hacer como que lo son (como cuando se publicitan productos con lenguaje científico, que nadie entiende, pero al que todo el mundo asocia prestigio, calidad, etc.).
Un caso interesante, a este respecto, es el de los documentales falsos. Algunos creadores audiovisuales han producido documentales para TV intencionadamente falsos (uno de ellos informaba, por ejemplo, de que la llegada del hombre a la luna en 1969 había sido un montaje cinematográfico), para así demostrar que la audiencia cree como verdadera cualquier cosa que le digan siempre que se mantenga el convincente formato del documental científico
Un caso interesante, a este respecto, es el de los documentales falsos. Algunos creadores audiovisuales han producido documentales para TV intencionadamente falsos (uno de ellos informaba, por ejemplo, de que la llegada del hombre a la luna en 1969 había sido un montaje cinematográfico), para así demostrar que la audiencia cree como verdadera cualquier cosa que le digan siempre que se mantenga el convincente formato del documental científico
En otras ocasiones, el saber común o vulgar, se compone también de falacias o sofismas, que son afirmaciones que deben su verosimilitud a los pseudoargumentos en los que se apoyan. Sobre las falacias, que pueden ser de muchos tipos, discutiremos en la próxima entrada.
¿Piensas que la gente suele creerse todo lo que sale en
la TV? Razona tu respuesta... ¿Serías capaz de idear un documental
falso? ¿De qué trataría y cómo sería?... ¿Qué significa decir
que algo esta “científicamente demostrado”.
Para evitar prejuicios, bulos (fake news) e información falsa, nada mejor que practicar el pensamiento crítico. De esto tratamos aquí, aquí y también aquí.
Para evitar prejuicios, bulos (fake news) e información falsa, nada mejor que practicar el pensamiento crítico. De esto tratamos aquí, aquí y también aquí.
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