domingo, 27 de septiembre de 2020

La caverna de Platón



Imagina, dice Platón, unos hombres prisioneros desde niños en una oscura caverna. En ella viven atados de tal modo que sólo pueden mirar hacia la pared del fondo. Detrás de ellos se encuentra un pequeño muro y detrás de él, sin que los prisioneros puedan verlos, pasan unos extraños hombres hablando entre sí y portando objetos con figuras de cosas, hombres y animales; un poco más allá de ellos hay una hoguera. La luz de la hoguera ilumina a esos extraños seres y sus objetos de manera que la sombra de tales objetos se proyecta en el fondo de la cueva. ¿Qué será el mundo (pregunta Platón) para los prisioneros? Ellos creerán, sin duda, que la realidad serán esas sombras, así como los ecos de las voces de los portadores...

¿Pero qué pasaría si liberáramos a uno de esos prisioneros? Se quedaría asombrado al comprobar que lo que creía que era el mundo no era más que la sombra de cosas y seres que desconocía. Y si lograra salir de la cueva y ver, no objetos que figuran otras cosas, sino las mismas cosas iluminadas por el sol, se sorprendería aún más, pues comprendería que los objetos y sombras de la caverna no son sino copias de las cosas, aún más reales, que existen fuera. Mientras se acostumbrase a la luz solar, el prisionero tendría que mirar estas cosas reales en sus reflejos en el agua y otras superficies, pero más tarde podría mirarlas directamente, e incluso percatarse de que es el sol el que permite admirarlas a todas. 

Imaginaos que este hombre quisiera volver a la caverna a contarle a sus compañeros todo lo que ha visto. Al principio, y mientras se acostumbrara de nuevo a la oscuridad, se comportaría torpemente y sería el hazmerreir de todos. Pero cuando contara a los demás lo que ha visto fuera, sería aún peor: lo tomarían por loco e incluso algunos lo amenazarían de muerte. 

 


Esto es, en esencia, el contenido del mito. ¿Qué creéis que nos quiere decir? ¿Qué es lo que más os ha llamado la atención en él? ¿Creéis que nos revela algo importante? ¿Tiene algo que ver con vuestra vida cotidiana, o con lo que hacéis todos los días aquí en clase?

Por cierto, pulsando AQUÍ podéis escuchar el mito en nuestra versión radiofónica.

Y aquí, la presentación de clase



Y aquí nueve películas relacionadas con el mito de la caverna

martes, 22 de septiembre de 2020

La reflexión y el diálogo. ¿Cómo no ser un idiota?

 

La filosofía no es más que el deseo de hacerte consciente y dueño de tus propias ideas y, por tanto, de tu propia vida. ¿No es eso ser libre? Además, aquel que es consciente de las ideas que le mueven en la vida, puede criticarlas y mejorarlas y, así, hacer también de su vida algo mejor. ¿Y no tiene algo que ver la felicidad con esto?

Bien, supongamos que queremos ser más conscientes y críticos con nuestras ideas. ¿Cómo se hace? Fácil (¿fácil?): a través de la reflexión. ¿De la qué? La reflexión es algo así como obtener un "reflejo" de las ideas que tenemos en la cabeza; como ponerlas "frente a un espejo". Es... pensar en lo que pensamos. 

La reflexión puede ser "interna", cuando me giro hacia mi mismo y pienso y hablo o dialogo conmigo mismo, para hacerme cargo de las ideas que tengo, o "externa", que es cuando nos "flexionamos" hacia fuera, saliendo un poco de nosotros mismos (de nuestras ideas) para así hacernos una idea objetiva de las ideas de los demás y comprenderlos mejor. 

Ambas cosas: pensamiento y diálogo (o diálogo interno y externo), deben complementarse. Un diálogo sin pensamiento (sin pensar lo que se oye ni lo que se va a decir) puede llegar a ser un simple parloteo, un hablar por hablar. Y un pensamiento sin diálogo (sin contrastar nuestras ideas con las de los demás) nos puede convertir en un auténtico idiota. 

El idiota (del griego "idiotés", que significa "el que solo se ocupa de sí mismo") es el que no quiere saber nada con nadie, porque cree que sus ideas son las ideas (es decir, el que se cree sabio). Pero esto suele ser falso. Ni nuestras ideas son nuestras (como ya dijimos, casi siempre las hemos aprendido de otros), ni son más que verdades a medias (y eso en el mejor de los casos). Para que sean mejores (y nosotros seamos mejores gracias a ellas) conviene verlas y buscarlas como piezas de un puzle que solo podemos completar con las ideas de los otros, esas a las que nos asomamos cuando hablamos con ellos, a través del diálogo. Tal vez  completando ese puzle podamos estar cada vez más cerca de la verdad. Lo opuesto a la idiota es el filósofo, que es el que busca la verdad, porque sabe que no la tiene, esto es, porque se reconoce ignorante. "Solo sé que no sé nada", decía Sócrates, y con esto empezaba a saber ya algo...

Dejar de ser un idiota (ese es el objetivo de la filosofía) tiene que ver, pues, con buscarnos en el espejo y el eco de los demás. Los demás, los otros, son... las ideas que no tenemos. Por eso es tan importante el diálogo, la comunicación, el amor, es decir, el deseo de comprender a los demás (de comprender sus ideas) y de compartir con ellos nuestros pensamientos. Comprender (escuchar, leer...) a los demás, y comunicarnos con ellos (hablar, escribir...), es como abrazarlos en esa parte suya que no se ve ni se toca, en la más íntima, allí donde están de verdad y de donde proviene toda su vida, en... sus ideas. 









lunes, 7 de septiembre de 2020

Tener nuestras propias ideas

Todos los años me pregunto por qué quiero yo dar un curso de filosofía. Y también me pregunto por qué habéis de quererlo vosotros (si la filosofía fuera solo una cuestión mía o de unos pocos, como la astronomía o el rugby, no valdría mucho, ¿no?).

Pensad un momento y decidme por qué acudís al instituto, o a cualquier otro lugar que os guste más (es decir, cualquiera). ¿Por qué preferís vivir como vivís, dejándoos llevar o decidiendo hacer esto o aquello? O, sencillamente: ¿por qué vivís, para qué?.. Me apuesto mi sueldo de todo el curso a que la respuesta es esta: todo lo que hacéis (o dejáis de hacer) es... por algo que tenéis en la cabeza, es decir: por ideas. Seamos o no conscientes de ellas, sean nuestras o de otros, sean buenas o malas, tenemos la cabeza llena de ideas, y todo lo que hacemos, percibimos, sentimos, deseamos y pensamos (sobre el mundo, sobre nosotros mismos, sobre los demás...), todo-todo depende de esas ideas. Hasta respirar lo hacemos porque pensamos que mola vivir; en otro caso nos pondríamos la soga al cuello y dejaríamos de hacerlo... ¿O no?
Fotografía de Chema Madoz

Pues bien, la filosofía no es más que el deseo de hacerte consciente y dueño de tus propias ideas y, por tanto, de tu propia vida. Aquel que es consciente de las ideas que le mueven en la vida, puede criticarlas y mejorarlas (y, así, mejorar también su vida).