domingo, 15 de noviembre de 2020

¿Es mejor ser un deportista, un emprendedor... o un filósofo?


Contaban los viejos filósofos pitagóricos que hay tres tipos de personas que van al Estadio olímpico. Los atletas que van a competir. Los comerciantes que van a hacer negocio. Y los simples espectadores. ¿Cuál de estas tres actividades –se preguntaba— representa mayor “dignidad” humana? O, en otros términos: ¿cuál nos “realiza” mejor como humanos? Pensemos en el atleta. Su objetivo es saltar cada vez un poco más, o correr un poco más rápido. Se podría decir que su “vocación” consiste en parecerse a un canguro o a un leopardo más que a un hombre. En cuanto al negociante, su conducta está guiada por el principio de economía: lograr el máximo beneficio material al menor coste posible, exactamente igual que un animal (que solo hace aquello que le reporta beneficios tangibles). 

Tan solo el espectador, decía el filósofo, hace algo específicamente humano: contemplar el mundo, aunque no obtenga ningún beneficio contable de ello. El hombre es el único animal capaz, por ejemplo, de pasar las noches contemplando las estrellas, aunque no tenga ningún interés práctico en ellas, por pura admiración y afán de entender lo que ve. Y esta actividad puramente contemplativa o teórica es, justamente, lo que caracteriza a la filosofía. 

Así, la moraleja del cuento es que la filosofía es la actividad más específica del ser humano y, por tanto, la que más desarrolla o realiza nuestra humanidad. Y sin embargo, casi nadie se acuerda de ella cuando se habla de educación. Y sí, desde luego, del deporte o de la habilidad para los negocios. ¿No es esto un inmenso error? ¿O el error está en dedicarse a pensar en lugar de hacer cosas útiles? Ahora bien: ¿qué es realmente lo útil? ¿Seguimos pensándolo? (¿O mejor ver un partido de fútbol, o repasar las cotizaciones bursátiles?)

Para escuchar la versión radiofónica de este cuento pulsad aquí. 






No hay comentarios:

Publicar un comentario