martes, 22 de septiembre de 2020

La reflexión y el diálogo. ¿Cómo no ser un idiota?

 

La filosofía no es más que el deseo de hacerte consciente y dueño de tus propias ideas y, por tanto, de tu propia vida. ¿No es eso ser libre? Además, aquel que es consciente de las ideas que le mueven en la vida, puede criticarlas y mejorarlas y, así, hacer también de su vida algo mejor. ¿Y no tiene algo que ver la felicidad con esto?

Bien, supongamos que queremos ser más conscientes y críticos con nuestras ideas. ¿Cómo se hace? Fácil (¿fácil?): a través de la reflexión. ¿De la qué? La reflexión es algo así como obtener un "reflejo" de las ideas que tenemos en la cabeza; como ponerlas "frente a un espejo". Es... pensar en lo que pensamos. 

La reflexión puede ser "interna", cuando me giro hacia mi mismo y pienso y hablo o dialogo conmigo mismo, para hacerme cargo de las ideas que tengo, o "externa", que es cuando nos "flexionamos" hacia fuera, saliendo un poco de nosotros mismos (de nuestras ideas) para así hacernos una idea objetiva de las ideas de los demás y comprenderlos mejor. 

Ambas cosas: pensamiento y diálogo (o diálogo interno y externo), deben complementarse. Un diálogo sin pensamiento (sin pensar lo que se oye ni lo que se va a decir) puede llegar a ser un simple parloteo, un hablar por hablar. Y un pensamiento sin diálogo (sin contrastar nuestras ideas con las de los demás) nos puede convertir en un auténtico idiota. 

El idiota (del griego "idiotés", que significa "el que solo se ocupa de sí mismo") es el que no quiere saber nada con nadie, porque cree que sus ideas son las ideas (es decir, el que se cree sabio). Pero esto suele ser falso. Ni nuestras ideas son nuestras (como ya dijimos, casi siempre las hemos aprendido de otros), ni son más que verdades a medias (y eso en el mejor de los casos). Para que sean mejores (y nosotros seamos mejores gracias a ellas) conviene verlas y buscarlas como piezas de un puzle que solo podemos completar con las ideas de los otros, esas a las que nos asomamos cuando hablamos con ellos, a través del diálogo. Tal vez  completando ese puzle podamos estar cada vez más cerca de la verdad. Lo opuesto a la idiota es el filósofo, que es el que busca la verdad, porque sabe que no la tiene, esto es, porque se reconoce ignorante. "Solo sé que no sé nada", decía Sócrates, y con esto empezaba a saber ya algo...

Dejar de ser un idiota (ese es el objetivo de la filosofía) tiene que ver, pues, con buscarnos en el espejo y el eco de los demás. Los demás, los otros, son... las ideas que no tenemos. Por eso es tan importante el diálogo, la comunicación, el amor, es decir, el deseo de comprender a los demás (de comprender sus ideas) y de compartir con ellos nuestros pensamientos. Comprender (escuchar, leer...) a los demás, y comunicarnos con ellos (hablar, escribir...), es como abrazarlos en esa parte suya que no se ve ni se toca, en la más íntima, allí donde están de verdad y de donde proviene toda su vida, en... sus ideas. 









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